Por Raúl Gorrín.- Como lo señalamos con anterioridad, en las
empresas familiares operan dos sistemas, empresa y familia, cuya confluencia
puede dar a pie a que surjan conflictos por la interposición de ambos.
Así tenemos, por ejemplo, la pequeña y mediana empresa,
pyme, en manos de clanes familiares, en las que en la medida que crece se va
incrementando la demanda y por ende la producción, aumenta la facturación, entre
otros aspectos. La organización se va desarrollando y adquiriendo un mayor
volumen que reclama otro tipo de conducción más profesional y cada vez más
alejada de los criterios iniciales impuestos por el grupo fundador, es decir,
por la familia propietaria.
La nueva estructura que se va conformando en la medida que
la organización crece y se desarrolla reclama un nuevo tipo de gerencia que
responda a los dictámenes profesionales, a las tendencias administrativas
modernas en la que los viejos criterios de conducción familiar lucen desfasados.
Esto exige que se incorporen a la organización gerentes en
quienes hay que delegar el poder de decisión que antes reposaba en manos de
algún miembro de la familia fundadora.
Comienzan los conflictos entre la gerencia media y el rol
del ejecutivo principal que coincide con el de accionista mayoritario, todo en
una misma persona. Entonces se desdibuja la estructura de delegación.
Estamos en presencia de una superposición de dos sistemas
dentro de una estructura organizacional en la que sus miembros tienen un doble
rol, como directivos y accionistas.
En las empresas familiares los dos sistemas, familia y
empresa, poseen una lógica, una necesidad y una forma de conformación diferente.
Mientras la familia se rige por el amor y el afecto, la
empresa exige una lógica de eficiencia y de productividad.
La diferencia entre los dos sistemas en los que los roles
están ocupados por las mismas personas.
Esto genera conflictos surgidos de las discrepancias que la
convergencia de roles implica. Demandas desde cada uno de los sistemas cuyos
titulares son los mismos, vienen las tensiones y la empresa comienza a operar
ineficientemente.
Es un conflicto difícil de resolver pues plantea un dilema
de grandes dimensiones para los directivos y accionistas que, como ya dijimos,
son las mismas personas, entre proteger los intereses de la familia o a la
empresa.
Entre los problemas que suelen presentarse en las empresas
familiares también destacan los referidos a la sucesión, pues no siempre los
miembros del clan están dispuestos a renunciar a las posiciones que ocupan.
También surgen problemas por la entrada de parientes
políticos que se integran a la estructura ejecutiva como en el directorio.
Del mismo modo, en las empresas familiares suelen haber más
necesidades individuales que puestos disponibles para que ocupen los miembros
del clan.
Otros problemas surgen en la nueva etapa generacional en
quienes la obligación de continuar juntos se enfrenta a los deseos, afinidades
o intereses de cada cual.
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