(Raúl Gorrín) Ocurren, no nos gustan,
pero sucede. Los tiempos difíciles siempre hacen acto de entrada en nuestras
vidas. Algunos los catalogan de “malas rachas”, épocas en que todo lo adverso
parece juntarse para atacar de una sola vez.
Pasa en
la vida personal y en la profesional. Las empresas, pues, no escapan de ello.
Es, si
se quiere, normal que esto pase.
En esta
entrega haremos referencia a los tiempos duros en la empresa.
Cuando
ocurre el percance hay dos posibilidades, una, esperar, la otra, tomar el toro
por los cuerno y actuar efectivamente, tomar acciones.
Pero
actúe en un sentido u otro, lo primero que tiene que hacer revisar y determinar
cuál es su umbral de rentabilidad, es decir, cuántas ventas como mínimo tiene
que realizar para mantener su nómina de trabajadores y así cubrir sus gastos
fijos.
Hacer
estos cálculos le permitirá determinar por cuánto tiempo puede sostener la su
empresa a flote en los momentos de dificultad. Esta información es clave para
cualquier decisión. (Raúl Gorrín)
Si la
situación es de tal envergadura que tiene que verse obligado a reducir sus
operaciones puede que tenga que hacer cambios cuya repercusión será
negativa.
No
recurra al despido de trabajadores, pues lo único que logrará será desmoralizar
al resto de sus empleados. Algo que solamente dificultará más la recuperación.
Lo
mejor es trabajar duro y si la medida de reducción de personal es
impostergablemente obligatoria, entonces hágalo en una sola tanda explicando
muy bien la situación a la plantilla que quede a su lado.
Para
recuperar el control cuando las ventas han mermado considerablemente, lo que
aplica es administrar los precios de los productos y/o servicios
incrementándolos para disminuir la demanda y darle más tiempo al negocio para
crecer orgánicamente. (Raúl Gorrín)
Otra
medida puede ser la depuración de la cartera de clientes, deshaciéndose de
aquellos que realmente no producen utilidades sino gastos, quejas e
incomodidades —siempre los hay— se llevará una sorpresa con la implementación
de esta decisión. No tiene una idea de la cantidad de recursos que puede llegar
a ahorra si así lo hace.
Cuando
la situación comience a estabilizarse mantenga los precios estables.
Diseñe
una estrategia que le agregue valor a su oferta.
Bajar
los precios debe ser el último recurso. No se desespere. Más bien haga
promociones y ofertas tentadoras que lleven a la clientela a incrementar sus
compras.
Y si es
menester aumentar sus precios, pues sencillamente hágalo. (Raúl Gorrín)
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