Por Raúl Gorrín.- La inteligencia emocional es uno de esos
conceptos en los que vale la pena repasar regularmente. No es asunto que
podamos o debamos dejar de lado, pues de ello depende en gran manera el que
manejemos con éxito nuestras organizaciones.
Comencemos por recordar que la inteligencia emocional es la
capacidad que tienen las personas para manejar, entender, comprender,
seleccionar y trabajar, tanto sus emociones como las de los demás, con
eficiencia y con resultados positivos.
En pocas palabras, ser una persona emocionalmente
inteligente lo ayudará a tener el control de sus emociones y de las personas
que rodean.
Ahora bien, ¿puede aprenderse o enseñarse a las personas a
ser emocionalmente inteligentes?
¿Qué se puede hacer ante las situaciones altamente
estresantes?
¿Hay acaso estrategias que permiten alcanzar el control
emocional?
Las investigaciones han determinado que las competencias
emocionales son más importantes que las habilidades técnicas. De hecho, ahora las
organizaciones al momento de hacer la selección del personal, no solamente se
interesan en conocer la experiencia de los candidatos, sino que insisten en
explorar las habilidades con que cuentan para determinar qué actitud asumirán
al momento de desarrollar sus funciones.
Para desarrollar la inteligencia emocional existen varios
modelos, siendo el más utilizado el de Daniel Goleman quien establece que es
necesario aprender, desarrollar o enseñar la inteligencia emocional y para ello
hay que fortalecer cuatro competencias emocionales, a saber, la autoconciencia,
el autocontrol, la conciencia social y las habilidades sociales.
Así tenemos que es primordial trabajar la autoconciencia
pues es imposible que una persona cambie su actitud, su manera de comportarse
sino está consciente de que tiene un problema y es necesario que trabaje para
corregirlo.
Los ejercicios de atención plena pueden ayudar a desarrollar
la autoconciencia.
Pero no es suficiente hacer conciencia de que se tiene un
problema y de que se está actuando equivocadamente. Así que una vez la persona
sepa que está generando un impacto negativo en las demás personas, es imprescindible
trabajar en la conducta, es decir hay que desarrollar el autocontrol
Para trabajar el autocontrol hay que aprender conocer los
factores estresores para poder dominarlos y hacerles frente para así hacer que
no le afecten. Hay que prepararse para enfrentar las circunstancias que le
sacan de control.
La conciencia social es la tercera competencia que hay que
desarrollar para adquirir el control emocional, es decir, para ser una persona
emocionalmente inteligente.
Así tenemos que la conciencia social es la capacidad de
concientizar que las otras personas tienen sentimientos e intereses que hay que
respetar. Para los líderes o quienes tienen trato con el público, esto es
fundamental.
Para aprender a escuchar y entender a las demás personas,
una estrategia que puede funcionarle es hacer preguntas, oblíguese a saber qué
siente o qué le sucede a la otra persona, indague sobre el problema, qué quiere
para resolver el inconveniente. Para los vendedores es muy importante la
conciencia social para saber cuáles son los intereses de las personas.
La cuarta competencia que hay que desarrollar para a su vez
desarrollar la inteligencia emocional son las habilidades sociales que es la
conducta que se mantiene con las demás personas.
Para desarrollar esta competencia es importante trabajar en
la forma como exponemos nuestras diferencias con los otros. Hablamos de
comunicación para poder entenderse.
El modelo hay que desarrollarlo entendiendo el orden dado,
una competencia a la vez comenzando por la autoconciencia, seguidamente el
autocontrol, luego la conciencia social y, finalmente, las habilidades
sociales.
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