Quienes me conocen de mi entorno personal y profesional
saben que suelo ser intolerante con la mediocridad.
Y aunque mucho se ha hablado de sus perniciosas consecuencias, nunca será
demasiado cuando de erradicarla se trata.
En primer lugar, la mediocridad es un flagelo que corroe
la voluntad, el deseo de superación, el éxito y los sueños. Impide, con
lamentables excusas, que aflore lo mejor de nosotros para reducirnos en seres
incapaces de surgir y destacarnos. Porque es bien sabido que nada logra quien
no se esfuerza, se disciplina, se organiza y asume retos trascendiendo sus
propios límites.
A ella se le oponen la creatividad, la perseverancia, el
espíritu emprendedor, la proactividad, el aprovechamiento de las oportunidades
y el desarrollo integral.
En el plano empresarial, no hay peor situación que
aquella donde no tiene cabida la innovación, la excelencia, la competitividad,
la determinación de crecer y lograr metas, para con ello trazarse otros retos,
sin que se detenga esa espiral de productividad.
Y es que la mediocridad es como una neblina opaca y
pesada que cuando no logra contagiarlo todo, vive a expensas de los que se
resisten a caer en ese nefasto letargo de existir con el mínimo esfuerzo.
José Ingenieros, autor del libro “El hombre mediocre”,
nos da algunas pistas para reconocerlos y actuar en consecuencia:
-El mediocre es
acomodaticio y oportunista.
-Vive de las apariencias.
-Imita a los demás y vive mentalmente en el pasado.
-Es repetitivo y nada original.
-Se autoengaña para no tener que cambiar.
-Es envidioso porque no usa su poder para alcanzar sus sueños.
-Le teme a lo creativo, huye del cambio, es rutinario.
-Tiende a ser burlón, no cree en la belleza o la perfección.
-Permite a otros que piensen por él, no es autónomo para decidir.
-Anhela el éxito logrado por otros.
Así que ya sabe. Huya de la mediocridad antes de que ella lo envuelva en su sombra gris de inercia, conformismo, envidia y flojera mental.
-Vive de las apariencias.
-Imita a los demás y vive mentalmente en el pasado.
-Es repetitivo y nada original.
-Se autoengaña para no tener que cambiar.
-Es envidioso porque no usa su poder para alcanzar sus sueños.
-Le teme a lo creativo, huye del cambio, es rutinario.
-Tiende a ser burlón, no cree en la belleza o la perfección.
-Permite a otros que piensen por él, no es autónomo para decidir.
-Anhela el éxito logrado por otros.
Así que ya sabe. Huya de la mediocridad antes de que ella lo envuelva en su sombra gris de inercia, conformismo, envidia y flojera mental.
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