Por
Raúl Gorrín.- El trabajo en equipo no es cosa fácil
de gestionar, sobre todo si se carece de conocimiento de los principios básicos
que deben regir la labor grupal.
Un aspecto fundamental, por ejemplo, es
tener en claro que el afán de protagonismo es antagónico al trabajo en equipo.
Será entonces sumamente difícil, sino
imposible, lograr un alto desempeño en equipos de trabajo conformado sin estos
principios.
En las organizaciones acostumbradas a
trabajar de manera segmentada en la que cada dirección o área aspira al
protagonismo o a ejercer poder, es sumamente cuesta arriba tanto la
conformación de los equipos, como el alto desempeño de los mismos.
No hay visión, la interconexión brilla por
su ausencia, impera el favoritismo, los conflictos son cosa del día a día,
cuando se carece del conocimiento y la estrategia para la formación de grupos
de trabajo.
La dinámica del alto desempeño comprende
varias etapas que es necesario dominar para que el trabajo de los equipos de
trabajo se desarrolle con idoneidad.
La integración es la primera de las etapas
en los equipos de trabajo. Durante este tiempo es menester que se desarrolle el
sentido de pertenencia de los integrantes del equipo para con el proyecto a
desarrollar y la organización.
La segunda etapa es la del conflicto, la
cual es indispensable —aunque parezca un contrasentido en consideración a lo
hemos dicho hasta ahora— pues será vital para la integración de las visiones.
No hay que temerle al conflicto, pues al
significar la falta de claridad sobre el trabajo, exige orden,
acoplamiento,
sistematización, para que todos y cada uno de los integrantes del grupo se
coordinen y definan los elementos que entran en juego y la manera de darle
organicidad al proyecto para así poder pasar a la siguiente etapa. Es pues una
etapa de conocimiento e identificación con el proyecto.
En tercer lugar tenemos la etapa de la
productividad, la cual solamente es posible y materializa cuando hay balance,
cuando los miembros del grupo interactúan, cuando conforman un engranaje que le
permite a la “máquina” funcionar y, por ende, producir.
La cuarta y última etapa es la del
desempeño, en la cual ya el equipo trabaja armoniosamente como un todo, como
piezas acopladas, hay cohesión entre ellos, entendimiento, feedback e
identificación con la organización y el trabajo que se lleva a cabo.
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