Parte de mi perfil profesional está caracterizado por el enfoque humanista que distingue a
nuestro grupo empresarial y con el que procuramos impactar constructivamente en
los venezolanos.
Por eso considero necesario insistir en la importancia
del humanismo empresarial como clave
excepcional para una sociedad más justa y con oportunidades para todos. Algo
que necesitamos en estos momentos y que nosotros los empresarios estamos en
capacidad de llevar a cabo.
Para empezar, el humanismo empresarial lejos de ser una
moda es un tipo de liderazgo que tiene como fin último la dignidad de todos los que con ella se relacionan y el de toda la
colectividad.
El humanismo en
las organizaciones se contrapone a ese modelo gerencial donde el fin
justifica los medios y donde la competencia voraz e intransigente marca el
camino a seguir, llevándose por delante cualquier consideración hacia su equipo
humano o hacia esa comunidad a quien le ofrece su producción.
Es fácil distinguir una organización humanista de otra
que no lo es. Desde el cumplimiento pleno de sus obligaciones contempladas en
la ley, hasta el mismo planteamiento
ético que lo lleva a emprender acciones, planes y programas que mejoren el
clima organizacional, aporte soluciones al entorno familiar del trabajador y
lleve a cabo planes de Compromiso Social
Empresarial con el norte en el bienestar común.
Para llegar a eso, el humanismo empresarial supone sensibilidad, empatía y calidad humana,
sin que por ello se pueda confundir como debilidad. También requiere de valentía para avanzar en la adversidad,
escuchando a su entorno pero sin perder de vista sus prioridades.
Para el líder humanista el fin no justifica los medios en detrimento de su capital humano a
la hora de enfrentar mercados tan competitivos. Su fuente de autoridad se
fundamenta en la meritocracia y se
maneja de forma admirable con la diversidad, ya que desde su dimensión
humanista comprende los matices y altibajos del individuo y sabe sacar partido
a lo mejor de ellos.
Su importancia radica en centrar su fortaleza en el
enorme potencial de su recurso humano, ese ser complejo y maravilloso que más
allá de un salario requiere también satisfacer sus necesidades de pertenencia, reconocimiento y desarrollo integral. Un
ciudadano de cuya plenitud depende el crecimiento y progreso de nuestro país.
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