Siempre que me toca referirme a los atributos
diferenciales del liderazgo humanista,
me gusta resaltar que se trata de una dirección para servir, para comprender al
ser humano en toda su complejidad y a partir de allí, aflorar lo mejor de sus
talentos y potencialidades en función de sí mismo, del puesto que ocupe y del
rol en su entorno social.
Estamos hablando de un tipo de liderazgo sensible y en
constante preparación, optimista y resiliente que saca partido a la diversidad
y tiene al mérito como fuente de autoridad.
En el contexto de una situación país ávido de cambios y
de una nueva generación que no se detiene en adversidades para asumir el rol
que se espera de ellos, el liderazgo humanista se perfila como el más idóneo
para servir, transformar y motivar a la
juventud venezolana.
En las empresas del Grupo
Gorrín somos practicantes de un liderazgo revestido de voluntad y humildad para canalizar ese caudal de conocimientos, energía
y creatividad de ese talento emergente alineándolo con los nuevos retos
organizacionales, revestidos a su vez de un sólido y sostenido compromiso
social.
El proceso orientador típico del humanismo empresarial
supone habilidades para adaptarse a los
cambios. En esta sociedad del conocimiento donde han surgido nuevas
paradigmas laborales, se precisa de un liderazgo
transformador y capaz de ponderar un clima favorable en el cual confluya el
trabajo en equipo, las emociones positivas y la optimización del desempeño.
Junto a esto se impone la orientación motivadora, aquella que sabe el valor
preponderante del capital humano para alcanzar los objetivos y que recurre a un
acompañamiento individualizado que permite descubrir sus capacidades, conocer
sus expectativas y alcanzar el máximo de su potencial. La motivación como mecanismo para activar la voluntad de crecer y
mejorar.
La juventud venezolana cuenta con nuestra disposición y experiencia para
apostarle al país en aras de una sociedad más justa y llena de oportunidades,
esa que todos soñamos y merecemos.
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